PERSONAJES Y ACTITUDES.

Martín Fierro, por ejemplo, alude al Santo Patrono del partido y lugar de nacimiento del poeta, y al arma de pelea (fierro) preferida por el gaucho. Eleuterio F. Tiscornia revelo un documento policial conservado en el Juzgado de Paz de Azul, que afirma que en 1866, el Juez del Tuyú, don Enrique Sundladt, remitió al Comandante de la frontera un preso de nombre Martín Fierro.
El protagonista es el único que se reconoce por un nombre propio. La mujer y los hijos son apenas aludidos y reconocidos como hijo primero y segundo. Cruz sobrelleva el estigma de los analfabetos que firman con ese signo, y su figura complementa al gaucho Martín Fierro, de espaldas, un poco a la manera de los traidores, aunque concluye por identificarse tanto con la suerte y destino del personaje central, que para la crítica común alcanza a ser presentado como el símbolo de la amistad.
VIZCACHA es el personaje mejor logrado de la Segunda Parte; representa a un sector numeroso de la sociedad de la época. Su retrato físico y moral esta muy bien trazado, así como la descripción del rancho; su monte le cuadra justo, y por momento su figura hace olvidar la historia del propio Martín Fierro. Es un representante de la filosofía cinica, que ama entrañablemente a los perros y desprecia a los hombres, como los observa Martínez Estrada.
Con PICARDIA nos ubicamos en un mundo de novela picaresco, por la variedad de episodios que se producen en su vida hasta el encuentro con Fierro y con los hijos de este, y su accidentada existencia tiene el natural desenfado del vivir de los picaros.
Todo lo que hay en el Martín Fierro de protesta, de aspiración, de pasión, presenta bien acusados los rasgos denunciadores de las obras que nacieron bajo la advocación de la libertad, de la rebeldía, tanto en el caso de nuestro poema como en el Don Quijote de la Mancha, y que se han encaramado en las torres de la cultura por la magia de la palabra y la trascendencia del mensaje irradiado.
Muy exacto nos parece el juicio de Federico de Onís. “El Martín Fierro, a pesar de todas las apariencias, es una obra genuinamente popular al mismo tiempo que es una obra genuinamente individual; que el genio Hernández consistio en ser agente fiel y sumiso de ente misterioso que llamamos pueblo, y que en un hotel de Buenos Aires, en el año 1872, se daba en la mente de este hombre aburrido el milagro, que tanto nos resistimos a creer, de la creación colectiva, de una obra de arte, que por eso mismo llamamos popular”.